miércoles, 21 de agosto de 2019

Como morir en el intento



Es sábado y como de costumbre ella se encontrará con su novio en la estación de subte Leandro N. Alem. Camina deprisa desde su casa mientras se coloca la campera que al salir tenía a medio poner. Debe estar allí a las cinco en punto y son cuatro y cuarto. La ansiedad por estar sentada en el subte le es fatal de modo que cada cuadra que le queda por recorrer se le hace interminable, como cuando lees algo aburrido y queres llegar hasta la última palabra de la oración solo para terminarla, le fastidia. Intenta caminar lo más rápido que puede, pero su cabeza va más rápido que sus piernas, como si caminara con ella. Mira el restaurante de la esquina, el que siempre está lleno de gente, pero al que ella no le gusta y no entiende el porqué de su éxito; el tan solo ver la grasa impregnada en el piso y el olor a fritura que sale desde la cocina le desagrada. Pero entonces recuerda que su novio quería ir allí, y solo para hacerlo feliz, como una buena novia, le daría el gusto. Seguramente le pedirá algo a cambio si semejante sacrificio no era compensado, tal vez con una salida romántica o una buena cogida.

Estando a no menos de media cuadra observa el negocio de carteras, el que siempre está vacío, donde hacían descuento de billeteras. Pensó en comprarle una a su novio, pero más adelante cuando sea su cumpleaños. Lo que no pensaría nunca es que ella no estaría en su cumpleaños, pues hoy moriría.
Mientras bajaba la escalera del subte intenta pasar a una viejita que con su bastón de madera y sujetada de la baranda le impedía el paso. Esta apurada y debe estar en menos de media hora en la estación de Leandro N. Alem. Se mueve de lado a lado para encontrar el momento perfecto de pasarla, pero la viejita atina a moverse. Luego de unos segundos encuentra la oportunidad perfecta y la pasa. En su caminar se percibe el apuro, la gota de sudor que comienza a caer desde la espalda y la respiración agitada del querer llegar. Se aproxima al molinete, paga y se choca con este al pasar gimiendo un grito de dolor cerca de su pelvis, pero no le da importancia, atina a bajar rápidamente las escaleras. Baja y mientras camina por el andén va asomando la cabeza para ver si siquiera había algún reflejo de luz del subte. Saca el celular y se fija la hora; eran y media. Tiene solo media hora para llegar. Entre que espera se pone a leer los mensajes que le manda su novio. Él ya llego al lugar de encuentro y la espera la plaza que está enfrente de la estación. Ese mensaje no hizo más que ponerla más nerviosa. Se sentó en el banco como para intentar relajarse, pero movía las piernas de lado a lado como una especie de tic nervioso que cuanto más tarda el subte en llegar más rápido las mueve.

Comienza a oír desde lejos el ruido del subte aproximándose a la estación. El subte se frena y ella sube al instante, busca rápidamente un asiento. Las puertas se cierran y sigue el recorrido. Durante el transcurso del trayecto no deja de pensar en que su novio le recriminara su tardanza al llegar. Se lamenta, sabe que está en falta y siente una angustia en el pecho que le trae un remordimiento enrome. Su novio que vive lejos sale a tiempo y siempre llega temprano, ella que está relativamente cerca sale tarde y corre por llegar a tiempo; y mientras piensa se toca el pelo una y otra vez, se suena los dedos de la mano, mueve nuevamente las piernas. Tal vez no lo sepa, pero en cuestión de minutos ya no estará en este mundo y su novio más que recriminarle llorara sin consuelo.
Al pasar un par de estaciones sube un grupito de esos que tocan música a la gorra. Ya bastante estresada esta como para aguantar a unos que hacen ruidos molestos; levanta las cejas y frunce la cara. Su expresión es reflejo de su estado de ánimo. Lo peor de todo es que luego le piden para que aporte algo de dinero por la actuación realizada y no duda en decir no.
Luego ve que adelante suyo hay un hombre que no deja de mirarla. La incomoda. La mira con deseo y repugnancia, la viola con la mirada. A la ansiedad se le suma la incomodidad. ¿por qué la mira así? Quiere bajarse ya e ir corriendo a los brazos de su novio. El único que si le gusta que la mire. Se pone la mano en la su cabeza e intenta taparse los ojos; por dentro está gritando con todas sus fuerzas: quiero llegar.

El subte se va deteniendo en la estación Leandro N. Alem. Se para antes de que frene y cuando se abren las puertas sale disparada a la escalera del andén. Son las cinco y diez. Ya llega tarde e imagina la cara de su novio. Trata de correr lo más que puede. La plaza en donde la espera está enfrente de la estación, pero sobre esta hay una enorme avenida en donde van y vienen autos y colectivos desde todas las direcciones. Giran o doblan, algunos rápido otros lento; los bocinazos nunca están de más y el tráfico por momentos es denso y en otros desértico. Hoy no había nadie. Es fin de semana, el centro los fines de semana tienen una postal totalmente diferente a la de la semana laboral.
Ella sube las escaleras y mientras va llegando a la cima el clima va cambiando, abajo en el subte es denso y caluroso con poca ventilación en cambio saliendo a la superficie comienza a fluir el aire y se oxigena el ambiente. Siente el viento sobre su cara, la corriente de aire que se mezcla con la densidad del subte. Respira hondo, la ultima de las veces.
Estando ya en la superficie, va hacia a la esquina para cruzar. Intenta divisar a su novio si está allí o si fue a otro lado. No lo ve. El semáforo está en verde por lo que el cruce peatonal esta momentáneamente prohibido. La señal está ahí. Es el momento del fatídico accidente. Saca el teléfono y lo llama, no le atiende; se muerde los labios de los nervios. Inhala y exhala como para intentar relajarse, pero es en vano. Decide cruzar. Ella sabe que está en verde, pero no pasa ningún transporte. Esta ahí enfrente de ir a abrazar a su novio, un semáforo no le impedirá eso. Toma impulso y comienza a caminar rápidamente; Escucha que alguien clava los frenos y mira para esa dirección y luego ya no ve nada.

El chofer del colectivo se sienta sobre la vereda y mira el piso sujetándose las manos contra la cabeza. No puede creerlo. La mató. El novio llora y abraza el cuerpo de ella, de su novia que ni siquiera pudo despedirse porque no respondió el teléfono ¿Por qué no lo hizo? La hubiera tranquilizado. Ese había sido su último viaje en subte y ya no tendría que correr o siquiera respirar. Y lo intentó. Intento llegar a tiempo y lo hizo dejando su propia vida.